Slim Aarons, un nombre sinónimo de glamour, belleza y elegancia atemporal, fue mucho más que un fotógrafo; fue un narrador de historias a través de imágenes. Nacido en 1916, Aarons comenzó su carrera capturando la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial, pero tras el final del conflicto, decidió enfocar su lente en algo radicalmente diferente: la buena vida. Este giro lo llevó a convertirse en el fotógrafo por excelencia de la alta sociedad y las celebridades durante la segunda mitad del siglo XX.

Uno de los destinos que Aarons inmortalizó con su cámara fue Acapulco, México. En las décadas de los 60 y 70, este puerto se había convertido en el epicentro del lujo y el glamour, atrayendo a la realeza de Hollywood, la élite europea y, por supuesto, a la crema y nata de la sociedad mexicana. Aarons, con su talento innato para capturar la esencia del lujo desenfadado, fue un testigo privilegiado de este esplendor.
Las imágenes que Aarons capturó en Acapulco no solo mostraban paisajes idílicos y arquitecturas impresionantes, sino también a personas reales, en situaciones reales, disfrutando de la vida de manera natural y sin pretensiones. Sus fotografías son un testimonio del estilo de vida de una época en la que la elegancia y el buen vivir se entrelazaban de manera inseparable. Desde piscinas infinitas en lujosas villas hasta reuniones íntimas en clubes de playa, Aarons capturó la esencia de la buena vida, pero con un toque humano que hacía que sus imágenes fueran tanto aspiracionales como alcanzables.

En enero de 1971, Aarons fotografió la Villa Nirvana en Las Brisas, Acapulco. La imagen de la piscina de esta villa, conocida como “Nirvana, Villa Nirvana Pool”, es emblemática del trabajo de Aarons: el agua cristalina, la arquitectura moderna y los personajes que parecen estar sumidos en un estado de felicidad pura. Esta foto, junto con muchas otras tomadas en el mismo lugar, encapsulan el espíritu de una época dorada en Acapulco, donde la vida parecía un sueño hecho realidad.
Otra de sus icónicas imágenes es “Nirvana Quartet” de 1986, donde vemos a Oscar Obregón Salazar Gómez Vélez Guzmán y Murphy, junto a Karen Murphy, Robin Goodland y Melissa Engelhardt, todos ellos relajados en la misma villa. La composición es perfecta en su imperfección: una toalla aquí, unas gafas de sol allí, y un grupo de amigos disfrutando del sol. Es en esos pequeños detalles donde reside la magia de Aarons. Sus fotos eran calculadas, pero siempre se sentían orgánicas y reales, como si hubieran sido tomadas en el instante perfecto sin previo aviso. Aarons también inmortalizó a la gran diva del cine mexicano, María Félix, en una serie de fotos tomadas en enero de 1978 en Acapulco. La actriz, conocida por su porte y presencia imponentes, aparece relajada, casi vulnerable, en la cámara de Aarons. Este contraste entre la imagen pública de Félix y la intimidad capturada por Aarons es un testimonio de su habilidad para humanizar incluso a las figuras más icónicas.

La relación de Aarons con Acapulco no fue casual. Este destino, con sus playas doradas y su clima perfecto, era el escenario ideal para el tipo de fotografía que él había perfeccionado. Aarons capturó la vida en su esplendor máximo, en un lugar donde la naturaleza se combinaba con la opulencia para crear una especie de paraíso terrenal. Sin embargo, Aarons no solo mostraba la perfección; también destacaba los pequeños detalles que hacían que cada imagen fuera más creíble, más humana. En “Underwater Drink”, tomada en el Hotel Las Brisas en 1972, vemos una escena sencilla: un cóctel servido en la piscina, con el agua reflejando la luz del sol. Es una imagen de lujo, pero también de una relajación sin esfuerzo, que invita al espectador a imaginarse en ese mismo lugar, disfrutando de un día perfecto bajo el sol.

El legado de Slim Aarons en México, y en particular en Acapulco, es un reflejo de su visión artística única. Capturó no solo la belleza física de un lugar, sino también el espíritu de una época. Aarons supo ver más allá de las fachadas y nos ofreció una ventana al alma de la buena vida. A través de su lente, el mundo pudo ver a Acapulco no solo como un destino turístico, sino como un lugar donde se vivía intensamente, donde el lujo y la sencillez coexistían de manera armoniosa.
Las fotos de Aarons en Acapulco siguen siendo, hasta el día de hoy, un recordatorio de lo que fue un paraíso para la élite internacional, y de cómo el fotógrafo logró capturar la esencia de un lugar y un tiempo que ya no existen, pero que, gracias a su obra, vivirán para siempre.

«Attractive people doing Attractive things in Attractive places.» –Slim Aarons
Por David Solís
Fotografias de Slim Aarons / Getty Images